Por Higinio
Fernández
Hay temas tan profundos, tan íntimos y tan actuales que solo se puede
hablar de ellos en verso. En esta ocasión, pues, renuncio a la prosa y ofrezco
a los lectores este romance, escrito con el corazón. En él deseo plasmar la
auténtica esencia del cristianismo, desconocida para dos milenios de tradición
cristiana, pero felizmente descubierta en nuestra época:
Romance de la
biodiversidad
¡Venid virus a mi
sangre
llenad e infectad
mi cuerpo!
Venid bacterias
hermanas,
microorganismos
sin cuento,
ya gérmenes, ya
bacilos,
microbios malos o
buenos,
dorados
estreptococo
tan pobres y tan
pequeños,
las bonitas
garrapatas,
los parásitos
viajeros,
lombrices y
sanguijuelas,
lindos hongos
tempraneros,
y traed, cuando
vengáis,
a miles de
compañeros,
pues es deber de
cristiano
acoger al
extranjero
y no hay peor
rigidez
ni racismo más
artero
que odiar la
pluralidad
que nos da el
estar enfermos.
¡No más muros ni
antibióticos!
¡No más odios ni
más miedos
¡No más doctores
crueles
que privan de sus
derechos
y expulsan de sus
hogares
a esos okupas del
cuerpo
que no tienen
dónde ir,
echados en pleno
invierno!
¿Ya no queda
compasión
ni decencia en
vuestro pecho?
Es de lesa
creación
ese crimen tan
tremendo:
¿qué mayor pecado
hay
que curar al que
está enfermo,
matar su
diversidad,
y su ecosistema
interno,
donde, libres,
retozaban
esos virus tan
contentos?
Pensad malvados
doctores,
pensad con
remordimiento,
en cuántas
bacterias huérfanas,
dejan los
medicamentos.
¡Venid malarias y
cóleras,
gripes, catarros
molestos,
sarampiones
moteados,
el dengue,
humilde y modesto,
fiebre amarilla o
violeta,
y contagios
tifoideos!
No dejéis que os
erradiquen,
no permitáis tan
gran duelo,
nunca jamás se
repita
el exterminio
cruento
que a nuestra
hermana viruela,
asesinó por
completo.
¡Qué diversidad
perdida,
qué mundo tan
gris y feo
en que ya no hay
más viruela
matando niños a
cientos!
Quiero ser una gran
arca,
donde quepan, con
respeto,
los buenos virus
letales
tan humildes, tan
discretos,
que caben en
cualquier sitio
y ningún mal nos
hicieron.
Qué leves las
consecuencias
y qué barato es
el precio
de una larga
enfermedad,
horrorosos
sufrimientos,
y la muerte
dolorosa
en hospitalario
lecho,
si con ello
conseguimos
ser más verdes y
modernos,
porque, hoy,
decir ecológico,
es decir santo y
perfecto.
Venid, gérmenes
patógenos,
corred, volad a
mi pecho,
contagiad ya mis
entrañas,
haced de mi
cuerpo un templo
donde adoraros a
todos
y así cumplir mi
deseo,
pues, más que
ninguna cosa,
¡yo quiero ser biodiverso!
Fuente:
Infocatólica