lunes, 24 de agosto de 2015

San Rabón bendito, bendice a mi maridito


En un congreso de rectores de santuarios, celebrado hace años en París, asistía el párroco de San Pierre de Montmartre (no el gran santuario del Sagrado Corazón, sino la parroquia de la antigua iglesia románica, donde según la tradición habrían sido martirizados el primer obispo de París, san Dionisio, y sus compañeros).

Contó, pues, el párroco que cuando fue destinado a la parroquia de Montmartre encontró una imagen de san Rabón, al que tenían gran devoción las mujeres cuyos maridos les daban mala vida, porque se creía que san Rabón  hace buenos a los maridos. El párroco dijo que aquel santo no figuraba en el Martirologio romano, que no había existido nunca, y que era una superstición intolerable, por lo que había que quitarlo. Con todo, le advirtieron que se lo pensara bien, porque la parroquia vivía de la devoción a aquel santo, pues por lo visto en París hay muchas mujeres cuyos maridos les dan mala vida, y san Rabón se los curaba, o al menos les daba consuelo; por eso le ofrecían velas en gran cantidad  y generosas limosnas.

El cura, así advertido, decidió no precipitarse, pero dijo que al menos haría limpiar la imagen, que se veía muy sucia. Representaba al santo en actitud acogedora, con una mujer postrada a sus pies. En el pedestal se adivinaban, no sin dificultad, unas letras que decían RABON. Pero al limpiar a fondo la venerada imagen aparecieron más letras. Decía: RABBONI, y no era el supuesto santo, .....¡sino Jesucristo resucitado con María Magdalena a sus pies!