miércoles, 11 de septiembre de 2019

Romance de la biodiversidad



Por Higinio Fernández

Hay temas tan profundos, tan íntimos y tan actuales que solo se puede hablar de ellos en verso. En esta ocasión, pues, renuncio a la prosa y ofrezco a los lectores este romance, escrito con el corazón. En él deseo plasmar la auténtica esencia del cristianismo, desconocida para dos milenios de tradición cristiana, pero felizmente descubierta en nuestra época:



Romance de la biodiversidad

¡Venid virus a mi sangre
llenad e infectad mi cuerpo!
Venid bacterias hermanas,
microorganismos sin cuento,
ya gérmenes, ya bacilos,
microbios malos o buenos,
dorados estreptococo
tan pobres y tan pequeños,
las bonitas garrapatas,
los parásitos viajeros,
lombrices y sanguijuelas,
lindos hongos tempraneros,
y traed, cuando vengáis,
a miles de compañeros,
pues es deber de cristiano
acoger al extranjero
y no hay peor rigidez
ni racismo más artero
que odiar la pluralidad
que nos da el estar enfermos.
¡No más muros ni antibióticos!
¡No más odios ni más miedos
¡No más doctores crueles
que privan de sus derechos
y expulsan de sus hogares
a esos okupas del cuerpo
que no tienen dónde ir,
echados en pleno invierno!
¿Ya no queda compasión
ni decencia en vuestro pecho?
Es de lesa creación
ese crimen tan tremendo:
¿qué mayor pecado hay
que curar al que está enfermo,
matar su diversidad,
y su ecosistema interno,
donde, libres, retozaban
esos virus tan contentos?
Pensad malvados doctores,
pensad con remordimiento,
en cuántas bacterias huérfanas,
dejan los medicamentos.
¡Venid malarias y cóleras,
gripes, catarros molestos,
sarampiones moteados,
el dengue, humilde y modesto,
fiebre amarilla o violeta,
y contagios tifoideos!
No dejéis que os erradiquen,
no permitáis tan gran duelo,
nunca jamás se repita
el exterminio cruento
que a nuestra hermana viruela,
asesinó por completo.
¡Qué diversidad perdida,
qué mundo tan gris y feo
en que ya no hay más viruela
matando niños a cientos!
Quiero ser una gran arca,
donde quepan, con respeto,
los buenos virus letales
tan humildes, tan discretos,
que caben en cualquier sitio
y ningún mal nos hicieron.
Qué leves las consecuencias
y qué barato es el precio
de una larga enfermedad,
horrorosos sufrimientos,
y la muerte dolorosa
en hospitalario lecho,
si con ello conseguimos
ser más verdes y modernos,
porque, hoy, decir ecológico,
es decir santo y perfecto.
Venid, gérmenes patógenos,
corred, volad a mi pecho,
contagiad ya mis entrañas,
haced de mi cuerpo un templo
donde adoraros a todos
y así cumplir mi deseo,
pues, más que ninguna cosa,
¡yo quiero ser biodiverso!


Fuente: Infocatólica