viernes, 5 de noviembre de 2021


 

“Al hacerme cristiano, me he convertido en un contemporáneo de Moisés, Pablo, Agustín, Tomás de Aquino, Dante, Manzoni, pero también de Sófocles, Aristóteles, Virgilio, que preparan el camino al Evangelio”.

Fabrice Hadjadj, filósofo francés,  Premio Internacional de Cultura Católica, Bassano del Grappa, 29 de octubre de 2021

lunes, 30 de agosto de 2021

Por un Idioma sin Idiomo

 


Se ha extendido una manía

entre parlantes ladinos

de acuñarle el femenino

a quien nunca lo tendría,

si no tiene "dío" el día,

y el trigo no tiene "triga",

ni existen las "gobernantas",

tampoco las "estudiantas",

ni “hormigo" entre las hormigas.

 

Aunque lo intenten comprar

con millones y "millonas"

un trono no tiene "trona"

ni "jaguara" has de llamar

a la hembra del jaguar,

y aunque el loro tenga Lora,

y tenga una flor la flora

mi lógica no se aplaca:

no tienen "vacos" las vacas

ni los toros tienen "toras".

 

Aunque haya libras,

con los libros no emparejan,

y tampoco se cotejan

suelos, que de suelas distan,

por mucho o "mucha" que insistan

mi mano no tiene "mana",

no tiene "rano" la rana

y foco no va con foca,

Ni utilizando por prójima

al femenino del prójimo…

 

 

viernes, 9 de julio de 2021

Epigramas


Ricardo Calvo, español
(1875-1966)

El Tejo es un riacho de España conocido apenas  de sus comarcanos. Representando un drama en verso del siglo XIX, el actor  español Ricardo Calvo se adelanta a las candilejas y empieza a declamar:

—A las orillas del Tejo.. .

—Del Tajo, le interrumpe alguien desde la platea

—A las orillas del Tejo, insiste Calvo.

—¡El Tajo, Don Ricardo, el río Tajo!

Don Ricardo con una inefable expresión de bondad, reinicia su tirada:

                                                                A las orillas del Tajo

La dama de mis amores

Se miraba en su reflajo,

Como si fuera un espajo.

¡ Y esto te indica, barajo,

Que era TEJO y no era TAJO!


sábado, 3 de julio de 2021

Acerca de zapatos y vacunas

Cuentito de nuestro amigo Carlos P., producto de su disponibilidad de tiempo libre gracias al "joum ofis".

 


Don Teófilo era un humilde jubilado argentino (es redundancia al decir “humilde” y “jubilado argentino”), que un día vio un aviso de una zapatería que promocionaba su calzado con ofertas muy convenientes.

Tan buenas eran estas ofertas que la zapatería tuvo una gran demanda de parte de potenciales clientes, y en consecuencia decidió establecer un sistema de prioridades para el otorgamiento de sus productos.

Así, resolvieron atender primero a las personas que más necesitaban cubrir sus pies, tal como la gente que por su oficio estaba mucho tiempo parada, o necesitaba caminar largas distancias, como por ejemplo los carteros, a quienes se declaró personal prioritario, y también a los débiles: ancianos o jóvenes con alguna enfermedad que les dificultara moverse con comodidad.

No obstante, hubo algunos señores que eran amigos del zapatero y usaron sus influencias para conseguir su calzado antes que los vecinos más viejitos o los discapacitados. De modo que salían de la zapatería haciendo gestos de alegría y sacándose selfies para subir despreocupadamente a las redes sociales, como si lo que hicieron hubiera sido algo digno de festejos.

Además consiguieron que se proveyera también a sus familias, a los amigos de sus amigos, y a muchos más a quienes les dieron su calzado a escondidas en un cuartito al lado del comercio principal, cuando se enteraron que algunos ciudadanos no tan privilegiados estaban un poquito cabreados.

Algunos eran jóvenes sanos que no trabajaban en labores prioritarias, pero, de nuevo, gracias al conocido amiguismo criollo, lograron el beneficio sin merecerlo plenamente. Hasta hubo algunas señoritas agraciadas que recibieron lo suyo, tal vez por sus dotes naturales o por alguna otra razón.

Claro que muchos se quejaron por no respetar las prioridades establecidas, pero les respondieron enfáticamente que, después de todo, colarse en la fila no es un delito tipificado en el Código Penal.

Cuando finalmente lo convocaron a Don Teófilo, él le manifestó al zapatero que quería unos zapatos de cuero muy bonitos que había visto en un catálogo de otro barrio. Y además sabía que esos zapatos se hacían también en medidas para niños, que necesitaba para su nieto.

Pero le explicaron que esos zapatos no se entregaban acá porque los fabricantes eran personas muy ricachonas, y los dueños de la zapatería querían solidarizarse con el pueblo y la gente discriminada.

- “Es que nosotros vendemos zapatillas, que son algo nacional y popular, y no esos zapatos de cuero fino que son cosa de oligarcas”, le dijeron a Don Teófilo. “Por el momento sólo tenemos talles para adultos. Pero nuestro objetivo es proveer a todos, todas y todes los, las y les vecinos, vecinas, vecines, vecin@s, y vecinxs”.

- “Bueno, la verdad es que no me parece correcto lo que hacen, pero yo necesito caminar bien con bastante urgencia, así que si solamente tienen zapatillas, deme zapatillas”, replicó Don Teófilo.

- “Con todo gusto. Pero resulta que por ahora sólo tenemos las correspondientes al pie izquierdo. Estimamos que en 20 días podremos proveerle también la del lado derecho”, le comentó amablemente el señor zapatero.

- “¿Pero entonces voy a quedarme con un pie descalzo, tendré que ir a los saltitos?”.

- “Si claro, pero ya con un pie cubierto es una mejoría bastante buena, ¿no le parece? Siempre es mejor que nada, y nos comprometemos a que brevemente podrá completar el par como corresponde”.

Ante tales argumentos, y con bastante resignación, Don Teófilo se fue esperanzado, pensando que los 20 días pasarían rápido, y que alguna vez llegarían los talles más chicos que necesitaba su querido nietito.

La zapatería seguía entregando las zapatillas, y además ojotas, sandalias, borceguíes, alpargatas y pantuflas, de otros fabricantes, que les iban proveyendo muy de a poco a medida que podían.

El dueño de la zapatería en persona iba a recibir las camionetas que llegaban con cada partida, mientras el evento aparecía con enorme difusión pública en los canales de televisión, para que todos supieran de su bonhomía y su buena gestión.

De tal manera pasaron largos meses hasta que un buen día le avisaron a nuestro amigo Teófilo que vaya al local porque ya estaban en condiciones de entregarle lo que tanto había estado esperando.

Él fue muy contento, y casi hasta agradecido, pensando que de ahora en adelante se acababan sus penurias. Pero no fue así, como se puede suponer.

En Argentina es raro que los problemas se resuelvan de manera fácil, porque si algo se puede hacer por la vía complicada, como le gusta a nuestra burocracia para justificar la esencia de su existencia, no hay motivo para hacerlo por la vía sencilla.

- “Así que por fin ahora recibieron las zapatillas para el lado derecho” manifestó entusiasmado Don Teófilo.

- “Bueno, no exactamente” le replicó el zapatero. “Resulta que el fabricante de zapatillas nos avisa que su empresa ya no da abasto para la demanda, ni para cumplir con lo que se había comprometido, que su capacidad de producción es limitada, y que no podrá proveernos todo lo que pedimos”.

- “¿Pero, entonces, como voy a hacer?” preguntó, y añadió “Me enteré que en otro barrio están entregando zapatos de cuero gratis, y que Ustedes no quisieron recibirlos. Además también sé que algunos viajaron y volvieron con muy buenos de esos pares, y que hasta les regalaron cervezas y hamburguesas”.

- “No se preocupe, nosotros somos gente del pueblo y siempre ayudamos a los más débiles, sobre todo a los jubilados como Usted que tanto queremos y beneficiamos. Por lo cual hemos decidido entregarle una hermosa ojota para complementar bonitamente a su zapatilla”.

- “Y tenga cuidado”, añadió enseguida, “porque los traidores a la causa que se van a otros barrios seguramente no van a poder volver en mucho tiempo y se tendrán que quedar afuera bajo su responsabilidad”.

- “¿O sea, me quiere decir que de ahora en adelante tendré que caminar con una zapatilla en el pie izquierdo y con una ojota en el derecho?”, dijo Don Teófilo.

- “Exactamente. Ya hemos hecho pruebas con voluntarios y hemos determinado, que de esa manera se puede caminar perfectamente bien, aunque no faltan odiadores de la competencia vociferando que no es conveniente”.

- “¿Está seguro que es así, me suena raro?”.

- “Tan bien como si tuviera las dos zapatillas o las dos ojotas”, continuó con mucho énfasis el señor zapatero. “No hay ninguna diferencia. Es más, inclusive sabemos que muchos ya andan por la vida con una ojota y una pantufla, o con una pantufla y una sandalia o una alpargata, y están muy conformes”.

Don Teófilo se fue de la zapatería rascándose la cabeza, como tratando de que le entre alguna idea que le aclarase los pensamientos, e intentando caminar lo mejor posible con tal combinación particular de calzados.

Estaba otra vez resignado, aunque también un poquitín enojado, y no completamente convencido de lo que le había dicho el zapatero. Además con una sensación inexplicable de que algo no estaba tan bien como querían hacerle creer.

Usted lector, que llegó al final de esta nota, se preguntará cuando vamos a hablar de las vacunas mencionadas en el título. Pero ya se habrá dado cuenta de que en realidad sólo hemos hablado de las vacunas.




 

jueves, 15 de abril de 2021

Día de la Hispanidad

 


Cuando hay que descubrir un Nuevo Mundo

o hay que domar al moro,

o hay que medir el cinturón de oro

del Ecuador, o alzar sobre el profundo

espanto del error negro que pesa

sobre la Cristiandad, el pensamiento

que es amor en Teresa

y es claridad en Trento,

cuando hay que consumar la maravilla

de alguna nueva hazaña, los ángeles que están junto a su Silla,

miran a Dios… y piensan en España.

 

(J.M. Pemán, Poema de la Bestia y el Angel, fragm.)

miércoles, 13 de enero de 2021

Mamá Cabra y los siete cabritos

Este cuento me lo leía mi papá cuando era chiquita, hace demasiado, demasiado tiempo..... Tantas veces me lo leyó, y tan a menudo, que  lo sabía de memoria. Me parece oír su voz cuando decía: "Mamá Cabra tenía siete cabritos. Eran los siete tan juguetones y traviesos que a Mamá Cabra le dolía continuamente la cabeza de tanto repetir:¡Quédate quieto, Bombín! ¡Déjate de brincar, Estrella! ¡Saltarín, no te muevas tanto! ¡Mira que me mareas, Retozón!...". Y en la vejez, cuando el tenía poco pelo y yo muchas canas, aún se acordaba. 

Este post es un homenaje para vos, querido papá.